La terapia cognitivo conductual en niños se presenta como un
método transformador en el tratamiento del Trastorno por Déficit de Atención e
Hiperactividad (TDAH) y el Trastorno del Espectro Autista (TEA). Diseñada para
adaptarse a las necesidades cognitivas y emocionales específicas de los más
jóvenes, la terapia se centra en modificar patrones de pensamiento y conducta
disfuncionales desde temprana edad. En el caso del TDAH, aborda la impulsividad
y falta de atención en entornos escolares y sociales. En TEA, se enfoca en
mejorar habilidades sociales y gestionar comportamientos repetitivos. Entonces… ¿Cómo
influye en el desarrollo infantil y la mejora de la calidad de vida? ¿Cuál es
el rol del juego en la terapia, por ejemplo?
Pero primero… ¿Qué es la terapia cognitiva conductual?
En primer lugar, la terapia cognitivo conductual se destaca como un enfoque breve y centrado en el paciente, fomentando la autodirección en el cambio. En esta relación terapéutica, caracterizada por su proximidad, se guía a los sujetos hacia nuevas habilidades sociales. Así, busca cambiar patrones disfuncionales de creencias y evitación, aspirando a transformar la experiencia de situaciones ansiosas.
Una estrategia combinada es la técnica de relajación
aplicada, por ejemplo, que se convierte en una herramienta clave con la que las
personas aprenden a liberar la tensión muscular de manera progresiva. Esta
habilidad permite enfrentar la activación fisiológica asociada con la ansiedad,
abordando palpitaciones, sudoración y temblores en situaciones desafiantes.
Además, la terapia per se no solo se centra en
identificar las sensaciones iniciales de ansiedad. Sino que, además, capacita
para aplicar las técnicas enseñadas en aquellas situaciones reales temidas.
¿El juego como herramienta fundamental?
Resulta intrigante explorar el enfoque del juego como un
recurso valioso y prometedor dentro de la terapia cognitivo conductual. Y es
que, este método terapéutico considera el juego como una forma de relación
interpersonal. Consecuentemente, capaz de superar resistencias y brindar
al terapeuta la oportunidad de enseñar al niño cómo comportarse en
diversas situaciones.
La técnica se puede servir tanto de juegos estructurados
(que poseen reglas preestablecidas) como de juegos no estructurados (como
el juego
en la infancia espontáneo). Además, también destaca el uso terapéutico
de los cuentos como una herramienta adicional. Lo que, a modo general, nos
invita a contar con más estrategias, técnicas y principios que puedan
integrarse de manera efectiva en entornos clínicos y educativos (Camilli y
Rodríguez, 2008).
Algunos beneficios
Explorar algunos de los beneficios específicos que ofrece la
terapia con niños desde el enfoque cognitivo-conductual proporciona una visión
valiosa sobre cómo esta modalidad terapéutica puede ayudar a mejorar el
bienestar emocional y el desarrollo saludable de los niños. Ejemplos de estos
beneficios son:
Desarrollo de habilidades de afrontamiento: La terapia
enseña a los niños habilidades prácticas para manejar el estrés, la ansiedad y
otras emociones difíciles. Esto puede incluir, como mencionamos, técnicas
de relajación y respiración profunda. Pero también reestructuración cognitiva y
resolución de problemas.
Reducción de síntomas: Se ha demostrado eficaz en la
reducción de síntomas de trastornos como la ansiedad, la depresión, el
trastorno obsesivo-compulsivo (TOC), TDAH y otros problemas emocionales y de
comportamiento. Como veremos en los ejemplos posteriores.
Mejora del funcionamiento social: Ayuda a los pequeños a
desarrollar habilidades sociales y de comunicación más efectivas, lo que puede
mejorar sus relaciones con compañeros, familiares y maestros.
Fomento de la autoestima: Al enseñar a desafiar y reemplazar
pensamientos negativos o distorsionados, puede ayudar a trabajar la autoestima en los niños y fortalecer su
autoconfianza.
Prevención de recaídas: Asimismo, este enfoque no solo
aborda los síntomas actuales, sino que también brinda herramientas y
estrategias para prevenir recaídas en el futuro, lo que promueve un mayor
bienestar a largo plazo.
Apoyo a los padres: Finalmente, a menudo incluye sesiones de
trabajo con los padres para ayudarles a comprender los problemas de sus hijos y
enseñarles estrategias efectivas para apoyar el progreso de estos fuera de las
sesiones de terapia.
Un ejemplo específico del TDAH
El TDAH destaca como el trastorno del neurodesarrollo más común en la infancia, exigiendo una evaluación y tratamiento temprano. La sintomatología se caracteriza por inatención selectiva, exceso de actividad y falta de control impulsivo. Y el diagnóstico, exclusivamente clínico, implica la colaboración entre el pediatra, profesorado y equipo de orientación escolar. Si te interesa acceder a una formación en el área clínica con casos reales, te recomendamos nuestro curso en trastornos del neurodesarrollo.
A su vez, la Asociación Americana de Psiquiatría (American
Psychiatric Association, [APA], en inglés), establece criterios como la
falta de atención, dificultad para seguir instrucciones y distracción fácil por
estímulos externos. En consecuencia, los niños con TDAH enfrentan desafíos
en la autorregulación de conducta, cognición, emocionalidad y adaptación
social, mostrando un patrón de respuestas poco sensible a refuerzos
positivos-negativos.
Sobre la eficacia de la terapia
Los tratamientos psicosociales, especialmente la terapia
cognitivo conductual, ofrecen resultados positivos en el autocontrol, reflexión
y relaciones interpersonales para niños y adolescentes con TDAH. Dentro de la
TCC, se utilizan enfoques como la terapia dialéctico conductual (DBT), terapia de resolución de problemas y entrenamiento en
regulación emocional.
Mismamente, la aplicación de técnicas como la psicoeducación, planificación y organización, entrenamiento
en habilidades académicas, terapia cognitiva y estrategias de manejo
comunicacional y emocional ha demostrado mejoras. Como, por ejemplo, en el
cumplimiento de horarios, reducción del ausentismo escolar y cambios
conductuales positivos. De hecho, se mejora la gestión de la ansiedad,
depresión, pensamiento autocrítico e impulsividad, así como los períodos de
atención (Luna et al., 2020).
¿Qué ocurre con el TEA?
Asimismo, al parecer, las intervenciones cognitivo-conductuales también son efectivas para reducir conductas autolesivas (como
el rascarse, golpearse, morderse o pellizcarse) en niños, adolescentes y
jóvenes con TEA. Estas conductas, que incluyen la autolesión física, pueden
relacionarse con diversos síntomas del trastorno, como la dificultad para
comunicar necesidades y emociones, la sobreestimulación sensorial, las
dificultades en la regulación emocional y la necesidad de estimulación sensorial o táctil.
Así pues, se ha demostrado que aquellas intervenciones que
incorporaron enfoques cognitivos, como el reconocimiento de pensamientos y
emociones, juegos de rol y narrativas sociales, demuestran mejoras junto con la
desaparición de comportamientos autolesivos durante y después de la
intervención.
Efectividad de intervenciones
Ahora, se destaca la necesidad de abordar metodologías más prácticas y fácilmente replicables, utilizando muestras más diversas en términos de edad, género y nivel de afectación. La inclusión de datos estadísticos que respalden las mejoras logradas y la medición del mantenimiento de estos resultados a lo largo del tiempo son consideraciones cruciales para futuras investigaciones.
Pero, a pesar de estas limitaciones, los resultados
positivos encontrados en los estudios más recientes brindan esperanza para la
implementación efectiva de programas de intervención cognitivo conductual en
diversas áreas de la vida de las personas con TEA. Volviendo al ejemplo
anterior, nada más y nada menos, la reducción de conductas autolesivas no solo puede preservar la
integridad física de quienes conviven con el trastorno, sino también
mejorar la calidad de vida y facilitar su integración en entornos familiares,
educativos y sociales (Fernández-Menéndez et al., 2022).
Conclusión
La terapia cognitivo conductual emerge como una herramienta
crucial en la transformación del abordaje de trastornos como el TDAH y TEA en
los más pequeños. Al centrarse en la modificación temprana de patrones de
pensamiento y comportamiento, este enfoque no solo aspira a mitigar los
síntomas, sino también a esculpir habilidades cruciales para el desarrollo
infantil.
Además, dado que su aplicación se adapta a las necesidades
individuales de cada persona, en cuanto a la cognición infantil, ofrece una vía
prometedora para mejorar la calidad de vida y la integración social de los
niños afectados. Pues, al personalizar la terapia según las necesidades
específicas, se establece un marco terapéutico que aborda los desafíos
inmediatos y sienta las bases para un desarrollo cognitivo y conductual más
saludable a largo plazo.